6 de noviembre de 2010

He llegado al aeropuerto de Barajas.Está abarrotado de gente.Personas de diferentes lugares, pero con un mismo objetivo, que puede llegar a cambiar sus vidas.Quizá se trate de un viaje de vuelta a casa, de un reencuentro, de una huida, o de una búsqueda.
Camino sola por la terminal, rodeada de gente, de maletas, de despedidas, de lagrimas y de sueños.Consigo encontrar una ventanilla dónde comprar un billete.Ese billete, que no sé muy bien dónde me llevará.Puede que allí no conozca a nadie, que no sepa a donde ir, o que ni si quiera sepa el nombre del asfalto que estoy pisando.Puede que camine perdida, sin ningún rumbo, o quizá me de por seguir el resplandor que ofrecen los faros de los coches.Quiero que nadie conozca mi identidad; ni mi nombre, ni mi edad, ni mi forma de pensar.
No quiero saber que es lo que debo hacer, ni a que hora lo debo hacer, ni nada relacionado con un reloj.Sólo quiero dejarme caer.
No sé si funcionará, realmente no lo quiero saber, tampoco sé si seré capaz de soportarlo,o si caeré de bruces al suelo, antes de poder dar un paso.
Sólo sé que sobre mi mano tengo un billete de ida, sin ninguna lagrima sobre él.Un billete hacia ese último destino que yo he elegido para huir lejos sin que nadie sepa dónde.



Adaptación de un texto de Raquel Artola Torres (Una gran amiga).

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